Cualquier lisboeta que se precie sabe dónde saborear los mejores pasteles de nata de la capital de Portugal. Se trata de un dulce delicioso que uno debe probar en el desayuno o en la merienda durante un viaje a Lisboa.
Su nombre puede llevar a engaño toda vez que no lleva nata, sino crema. Y también se entremezcla con el nombre de pastel de Belém. No hay que confundirse con ello y pedir otro pastel.
El origen del pastel de nata se halla en pleno siglo XIX, en el barrio de Belém. En 1834 se cerraron en Portugal todos los conventos. Entonces, un monje del Monasterio de los Jerónimos se puso a vender pasteles de nata en una tienda junto al templo. En poco tiempo pasaron a ser conocidos como «Pasteis de Belém».