Medio ambiente en Lisboa

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En Lisboa asistimos a una complicada conciliación entre su densidad de población, la más elevada de Portugal, y la protección medioambiental. La conciencia ecológica se va despertando poco a poco; se observan algunas mejoras en el tratamiento de los residuos y de las aguas residuales, o de otras prácticas relacionadas con el medio ambiente.

Así, en la actualidad el centro de Lisboa se está llenando de una población más joven y con más recursos que muestra una mayor preocupación por la protección del medio ambiente. Pero todavía es necesario hacer grandes esfuerzos.

En Lisboa y en los suburbios, la contaminación del aire alcanza niveles preocupantes. Por ejemplo, la ave ida da Liberdades es una de las arterias europea con mayor índice de polución.

Por otro lado, la calidad del agua de Lisboa también deja mucho que desear: hay residuos de mercurio en el estuario del río Tajo y la presa de castelo de Bode, que surte a la región de agua potable, tiene un nivel de agua muy bajo.

A pesar de prohibir de que se piensa prohibir el tráfico en algunas calles, por culpa de un modelo de ordenación territorial deficiente, el coche sigue conservando su papel de rey indiscutible, excepto en el centro antiguo; la construcción de nuevas vías rápidas, el ensanche de los ejes existentes, los atascos crónicos y los accidentes, son algunos de los efectos negativos de esta situación.

Por su parte, las construcciones ilegales, las actividades industriales y los incendios están deteriorando las zonas naturales protegidas. Para colmo de males, los datos medioambientales no brillan por su profusión ni por su disponibilidad.

Pese a todo ello, sigue siendo agradable vivir en la capital portuguesa. Sus modestas dimensiones limitan los inconvenientes ligados a la circulación; además los vientos del Atlántico barren la contaminación. Y a una docena de kilómetros de Rossio, nos encontramos ya en el campo, sin contar con la proximidad de playas imensas que satisfarán a todos.

Foto vía El periódico