Una ruta por el tranvía número 28

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El tranvía número 28 es como una atracción de feria en plena ciudad. Es una magnífica forma de conocer Lisboa desde los raíles. Con sus paneles de madera, su exterior amarillo y los brillantes accesorios cromados, parece un objeto de coleccionistas a escala natural.

Este viejo vehículo combina el trenecito, los autos de choque y la montaña rusa de un parque de atracciones. Desde Campo de Ourique hasta Martim Moniz, el visitante logrará 45 minutos de vistas asombrosas, avanzando a trompicones por subidas disparatadamente empinadas.

Hay que imaginar la escena: el tranvía avanza alegre, con los frenos silbando y los pasajeros temblando, cuando de pronto aparece la cúpula rococó de la Basílica da Estrela y las palmeras del Jardim da Estrella.

Baja a toda velocidad por las arboladas avenidas, entre destellos del Tajo azul, con una breve pausa en la Praca Luís de Camöes. Sigue luego lentamente por las calles de la Baixa, entre grandiosos edificios de estilo pombalino, y se detiene para embarcar al gentío reluciente de crema solar que se apretuja como sardinas en lata.

Empieza entonces la ascensión a Alfama, entre casas de color pastel, y muchos pasajeros se asoman peligrosamente para sacar una foto de la Sé. La excitación va en aumento a medida que el tranvía supera curvas imposibles, con intrépidos viajeros colgados de las puertas. Una senhora cruza corriendo las vías, el tranvía casi la atropella, pero consigue frenar y el conductor tranquiliza a sus pasajeros con una sonrisa … Todo bajo control.

Por suerte, ahora avanza en cámara lenta, al alcanzar el Largo das Portas do Sol. Arriba se alza el Castelo de Sao Jorge, mientras más abajo, Alfama se extiende como una alfombra mágica, con un mosaico bordado de tejados rojos.

El tranvía número 28 vuelve a acelerar para subir las estrechas y empinadas calles hasta el Largo da Graca, donde casi todo el mundo baja para explorar los serenos claustros de la Igreja de Sao Vicente de Fora.

Foto vía Que visitar en Lisboa