La capital de Portugal es más verde de lo que podría parece en un primer momento. Por supuesto, sus parques no contienen grandes lagos y extensiones de césped, pero, en cambio, tiene oasis con palmeras, pracas con fuentes cantarinas, verdes miradouros (miradores) y jardines botánicos desbordantes de follaje tropical.
Por doquier en Lisboa se intuye la herencia de las antiguas colonias portuguesas (ubicadas tanto en América como en Africa y Asia), en las ubicuas palmeras, ficus y jacarandas violetas.
Cuando las temperatuaras se disparan en la capital de Portugal recomiendo una visita al británico y bello Parque Eduardo VII, con sus setos pulcramente recortados y vistas panorámicos de la ciudad.