El barrio de Alfama es fascinante a cualquier hora, pero es el anochecer cuando el barrio se anima y los vecinos salen a charlar a la puerta de sus casas o se reúnen en las tabernas. Una nueva generación de jóvenes residentes se han instalado en el barrio, abriendo pequeñas tiendas y bares, muy de moda.
Como todo son cuestas y escalinatas, lo más cómodo será comenzar el recorrido en el punto más lato para ir bajando desde allí. A medida que uno se adentra en el laberinto de retorcidos callejones pintorescos e iglesias ruinosas, o terrazas sombreadas con vistas panorámicas como el Miradouro de Santa Luzia.
Desde esta terraza cubierta de buganvillas se contemplan los tejados rojos de Alfama descendiendo hasta el río Tajo. Es un lugar estupendo para descansar tras haber paseado por las empinadas calles del barrio. Otro mirador notable se ubica en Largo das Portas do Sol; el mirador se sitúa en el tejado en la parte oriental de la iglesia de Santa Luzia.
Luego, se puede acudir al Beco dos Cruzes. Como casi todos los callejones (becos) que serpentean Alfama, es una calle muy empinada y cubierta de adoquines. A menudo, los vecinos adornan sus casas con la colada.
Además, en el laberinto de callejuelas hay muchos restaurantes populares con agradables terrazas. Por ejemplo, Lautasco, en Beco do Azinhal, ofrece excelentes especialidades de la cocina lusa.
También se puede visitar el Museu de Artes Decorativas. El banquero Ricardo do Espírito Santo Sivla hizo habilitar como museo el Palacio Azurara (siglo XVII) para acoger una magnífica colección de muebles y artes decorativas (siglos XVII-XVIII).
Asimismo, sobresale la iglesia de Nossa Senhora dos Remédios. Fue reconstruida tras el terremoto de 1755. Este pórtico manuelino es todo lo que queda del edificio primitivo.
Por último, en la Rua de Sao Pedro se celebra todas las mañana un mercado al aire libre, donde las varinas venden el pescado ala día. El peixe espada es una de las variedades más populares.
Foto vía Turismo 54