Como el blues, el fado es una expresión de añoranza y tristeza. Literalmente significa destino, término que puede aplicarse tanto a una canción como al género. El concepto de esta música debe mucho a la idea de saudade, añoranza por lo que se ha perdido o por lo que nunca se tuvo, de ahí la emoción que transmite.
Los lisboetas han cultivado esta música sentimental en pequeños cafés y restaurantes durante más de 150 años, sin que apenas haya cambiado en todo este tiempo. La cantan hombres y mujeres, siempre acompañados de una guitarra y una viola. Además, el fado de Coimbra tiene su propio estilo al ser más alegre que el de Lisboa.
Una referencia cultural para los portugueses fue Amália Rodrigues (1921-1999), la máxima exponente el fado lisboeta durante más de 50 años. Su estilo cristalizó en los año de la posguerra y se hizo famoso en todo el mundo.
También hay que destacar a Alfredo Duarte (1891-1982) que fue un famoso letrista de fados, cuyos temas versaban sobre el amor, la muerte, la nostalgia, la tragedia o el triunfo. Hoy en día sigue siendo revenrenciado y sus canciones continúan interpretándose.
Las mejores casas de fado suelen estar regentadas por los propios cantantes. En estos locales se ofrece una música más auténtica que en los lugares orientados a los turistas. Un buen ejemplo es el Parreinha de Alfama, propiedad de Argentina Santos.
También son interesantes las actuaciones de fado vadio, fado itinerante, de los músicos que visitan los restaurantes y los bares coo Tasca do Chico en Bairro Alto.
Para escuchar el mejor fado en Lisboa, recomiendo los siguientes locales: Casa de Linhares (Beco dos Armazens do Linho, 2): Casa do Fado (Largo do Chafariz de Dentro, 1); Clube de Fado (Rua Sal Joal de Praca, 92); O Faia (Rua de Barroca, 54-56); Parreirinha de Alfama (Beco do Espírito Santo, 1); y Senhor Vinho (Rua do Mejo a Lapa, 18).
Foto vía Isla Kokotero