La populosa Queluz, tan cercana a Lisboa, está absolutamente determinada por su excelso Palacio Real. Este monumento del siglo XVIII justifica por sí mismo, el paseo. Antigua residencia de infantes, es hoy en día el lugar donde se hospedan los jefes de estado extranjeros en visita oficial a Portugal.
Conocido con el nombre del «Versalles portugués», este Palacio es uno de los unos últimos edificios de estilo rococó que se hicieron construir en Europa. El Palacio, construido por miembros de la realeza y el rey Pedro II en el siglo XVIII, es una especie de caos arquitectónico sin asomo de la más mínima armonía. No obstante, en su interior se ofrecen algunas «locuras curiosas».
Su planta está dispuesta en U, siguiendo la tradición de los palacios reales portugueses del siglo anterior y su fachada está inspirada en las construcciones versallescas. Se trata de un complejo arquitectónico de gran refinamiento y elegancia al mismo tiempo. En 1934, un grave incendio destruyó gran parte del interior, hoy totalmente restaurado.
En su interior cabe destacar algunas estancias como las salas del Trono y de la Música, las más amplias; la de los Embajadores; sin duda, una de las más bellas, y el Gabinete. La sala de Dom Quixote está decorada con pinturas de la vida del Ingenioso Hidalgo.
El Pabellón de doña María, construido entre 1785 y 1792, es un ala del palacio que presenta una decoración a base de dorados y estucos, y posee además un destacable mobiliario y suntuosas lámparas de cristal tallado, e integra en su conjunto el principal legado del estilo rococó luso.
Además, hay que visitar los magníficos jardines del Palacio, en los que pueden contemplarse más de un millar de especies arbóreas. Fuentes y glorietas, columnatas y estatuas ayudan al viajero a extraviarse dentro de este laberinto. El jardín de Neptuno, separado del resto del conjunto por la Porta da Fama, se cuenta entre los lugares más bellos de este auténtico jardín botánico.
Foto vía Sobre Portugal