Cualquier lisboeta que se precie sabe dónde saborear los mejores pasteles de nata de la capital de Portugal. Se trata de un dulce delicioso que uno debe probar en el desayuno o en la merienda durante un viaje a Lisboa.
Su nombre puede llevar a engaño toda vez que no lleva nata, sino crema. Y también se entremezcla con el nombre de pastel de Belém. No hay que confundirse con ello y pedir otro pastel.
El origen del pastel de nata se halla en pleno siglo XIX, en el barrio de Belém. En 1834 se cerraron en Portugal todos los conventos. Entonces, un monje del Monasterio de los Jerónimos se puso a vender pasteles de nata en una tienda junto al templo. En poco tiempo pasaron a ser conocidos como «Pasteis de Belém».
Tres años después, el pastelero del convento decidió vender su receta al comerciante portugués que regresó de Brasil, Domingos Rafael Alves, y actualmente continúa en poder de los herederos.
Los jefes pasteleros son los únicos que conocen el secreto y prestan juramento de silencio para salvaguardar estas receta gastronómica. Los pasteles se fabrican artesanalmente con esta receta que se mantiene inalterable hasta hoy en día. Fabrican 20.000 por día y muchos turistas los saborean.
Esta dulce se encuentran en cualquier pastelería de Lisboa y en otros lugares del país. Se trata de un símbolo de la gastronomía portuguesa. Incluso desde hace años se celebra el concurso del Mejor Pastel de Nata de Lisboa y es una buena ocasión para descubrir que se pueden comer muy buenos pasteles sin ser los de Belém.
Esta masa de hojaldre rellena de crema encaja perfectamente con el café expreso portugués: dulce con amargo. Por ello muchos locales que opten por tener como menú desayuno o merienda un café y un pastel de nata, por un precio de aproximadamente 1,5 euros, en función del lugar.
Foto vía Heather on her travels